En Villavicencio el doloroso drama de las mujeres prostitutas
Pese a la situación social, aumenta la prostitución en Villavicencio
Es una tragedia la que viven las mujeres de la vida licenciosa que residen en pequeños hoteles y que salen “al rebusque” en inmediaciones de donde habitan.
Esa la conclusión a que llegaron los jóvenes estudiantes y uno de los periodistas del Noticiero del Llano, que encontraron a mujeres, de todas las edades, que se ubican, las unas en la parte media del barrio Villa Julia y otras, en el sector de las carreras 32 y 33 desde una cuadra abajo de la gobernación, hasta el Palacio de Justicia de Villavicencio.
Sus condiciones son miserables, y algunas tienen niños que alimentar y lo que devengan como fruto de su trabajo, no les alcanza siquiera para pagar “la pieza”, donde les cobran, según la cama entre diez y treinta mil pesos por su uso, a algunas por ratos, y otras de tiempo completo, es decir día y noche.
La alimentación escasea, no tienen servicio médico, no gozan de ninguno de los beneficios que otorga el Estado y en su rostro se adivina la nostalgia, el sentimiento, el dolor, la tragedia que vive cada una de ellas.
Su risa no es espontánea, la fingen y muchas de ellas fuman porque dicen que con el cigarrillo disipan el temor, la angustia que padecen.
De diez, dos provienen de familias pudientes, que cuando estábamos dialogando con las habituales de la “cuadra”, llegaron a saludar a sus compañeras y entregarles un auxilio, ya que están en mejores condiciones, viven en “un reservado”, y a cada cliente cuando menos le cobran unos cien mil pesos por el rato, no como prostitutas, sino como “damas de acompañamiento”.
La vida de estas mujeres es dolorosa y ellas señalan que quieren salir de “este infierno!” pero que nadie las ayuda.
Muy bueno, dijo una joven estudiante que nos acompañó, que el gobierno estableciera por conducto de las Secretaría Social, una tarea de acercamiento y pusiera en funcionamiento unos talleres para que ellas abandonen esta actividad y se ganen la vida, conformen un hogar y disminuya este drama, que casi pasa desapercibido por la mayoría de quienes nos decimos cristianos, y aludimos con frecuencia a la solidaridad que no practicamos.
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