Nos quejamos, pero no cambiamos
Estamos viviendo el resultante de nuestra irracionalidad, de nuestro mal comportamiento, de nuestra anómala conducta.
Nos quejamos, por ejemplo del intenso calor, de los fuertes aguaceros, del desbordamiento de los ríos, de los movimientos telúricos, de las tempestades.
Cuando escuchamos los truenos nos llenamos de susto, atemorizados hasta nos santiguamos, y si se sacude la tierra, se siente un movimiento sísmico, imploramos a San Emilio, o San Emigdio, que sostienen es el patrón de los terremotos.
Igual ocurre, cuando nos pronostican una enfermedad, como el cáncer, diabetes, cirrosis, o de las que llaman crónicas, que no se curan sino con la muerte.
Ingresamos al mundo del pánico, y empezamos la cuenta regresiva, para revisar vertiginosamente nuestra vida, y descubrimos en la reseña de nuestro pasado, lo bueno y lo malo que hemos hecho, en otra palabras nuestro comportamiento, la conducta que hayamos tenido.
Así somos los humanos. Ese es nuestro proceder.
Después de prometer esta vida y la otra, de arrepentirnos de nuestro pretérito, y restablecida nuestra salud, como ha ocurrido en muchos casos, especialmente quienes han sido déspotas con los trabajadores, a quienes les ha negado un justo salario, aquellos que se han tirado el hogar por invadir momentáneamente el mundo de los placeres, los que fingiendo han violado a niños y mujeres, quienes han matado, robado y corrompido para enriquecerse, después del examen de conciencia, el propósito de enmienda y la contrición de corazón, esa trilogía queda en nada, vuelta mierda, porque encerró falsedad e hipocresía.
Llenos de poder y dinero de nada les sirve, porque les llega la pelona, como en realidad ha ocurrido con estos oscuros personajes. Ah… y como seguirá pasando con quienes quedan.