Indolencia e Incompetencia Indolencia
Por: Vladdo (El Tiempo)
Si hasta ahora el doctor Iván Duque había logrado disimular su ineptitud, en Samaniego, Nariño, peló el cobre y dejó ver que no es tan buen gobernante como algunos dicen. Ni tan buena persona. Luego de una matanza como la del 15 de agosto, un presidente de verdad no llega a un pueblo, sumido en el dolor, a pavonearse por las calles con el puño en alto, como un futbolista después de hacer un gol.
Pero el fiasco no terminó ahí. Después de su paseo triunfal, el doctor Duque hizo gala del más crudo cinismo, al presidir, ¡una semana después!, un consejo de seguridad en el que empezó por ‘aclarar’ que lo ocurrido últimamente no son masacres, sino “homicidios colectivos” y que, además, no es que hayan regresado estos “hechos” al país, sino que nunca se han ido. Horas antes, había puesto en su Twitter una gráfica en la que comparaba los tales homicidios colectivos desde 2010, para demostrar que en su gobierno se han presentado muy poquitos. Como si estuviera hablando de mercancías negociadas o de reses sacrificadas. De este modo, el señor Presidente no solo estaba manipulando cifras y relativizando muertes, sino que quería lavarse las manos, escudándose en el gobierno anterior, aunque en 2018 había prometido gobernar sin espejo retrovisor.
Los problemas de nuestra nación, aun antes de la pandemia, han desbordado por mucho al doctor Duque, quien ha cometido pifias monumentales, incluso en asuntos de derecho, lo cual no habla muy bien de su profesión como abogado. Y en el terreno político tampoco es que haya descollado por su sapiencia ni por su habilidad para manejar el Congreso, a pesar de contar con una coalición que le ha alcahueteado casi todos sus caprichos, empezando por la elección de las cabezas de las entidades de control, casi todas las cuales están alineadas con el Ejecutivo. (Le falta la Procuraduría, pero ese inconveniente debe quedar resuelto mañana, a menos que los honorables senadores sufran un ataque de pudor de último minuto.)
Un buen gobernante, tras dos años en el poder, no elude sus responsabilidades ni trata de culpar a los demás por sus propios errores.
El tema de la seguridad era uno de los pilares de la campaña presidencial del Centro Democrático de hace dos años. No obstante, en esta materia, la incompetencia del actual inquilino de la Casa de Nari se ha hecho más que evidente. Así lo demuestran no solo los asesinatos de líderes sociales y desmovilizados, sino las numerosas masacres ocurridas este año en Nariño, Cauca, Antioquia, Valle del Cauca, Arauca y otras regiones en las que el Estado no existe; donde el dios es la droga y la ley son los grupos armados de todas las pelambres: guerrilleros, paracos, matones a sueldo. Todos al amparo del narcotráfico y todos actuando a sus anchas, sin que ninguna autoridad lo impida.
La respuesta del señor Presidente ante estos crímenes ha puesto de manifiesto su absoluta falta de idoneidad. Uno entiende que no es fácil manejar los destinos de un país como Colombia, con dificultades en todos los frentes y a las que se suma la crisis económica y social desencadenada por el coronavirus. Y por esto mismo lo que se necesitaba en la presidencia era alguien con experiencia en el servicio público, una persona que tuviera clara en la cabeza la concepción del Estado y la magnitud de semejante desafío. Pero no. El que llegó al solio de Bolívar es un antiguo burócrata de mediano calibre del BID, cuya única trayectoria en el servicio público consistía en haber sido el correveidile de un ambicioso exmandatario, que lo recompensó con una curul en el Senado.
Un buen gobernante, tras dos años en el poder, no elude sus responsabilidades ni trata de culpar a los demás por sus propios errores. Y minimizar la ocurrencia de crímenes atroces como las masacres o cambiarles el nombre –como si así las hiciera desaparecer– no es de una buena persona. Menos aún, si esa persona es el Presidente de la República.
Vladdo – puntoyaparte@vladdo.com