La noble misión de los policías su trabajo, actitud, alegría, sufrimiento, afectos e ingratitudes
Por Alcides Antonio Jáuregui Bautista
Reconocimiento al trabajo ejecutado por la policía metropolitana y del Meta, señalaron ciudadanos.
Indicaron al Noticiero del Llano que los uniformados tienen una intensa tarea que desarrollan permanentemente, abandonando a sus familias, y arriesgando su vida para cumplir el precepto constitucional de defender la vida, honra y bienes ciudadanos.
El policía no es de los trabajadores mejor pagados, pero tienen exigencias que cumplir, desde cuando se inscriben en la Escuela, hasta que logran ingresar como tal, y después cumplir una cadena de compromisos que lo llevan al ejercicio, bien en los comandos, primero en el adiestramiento que se hace y que resulta muy exigente, y posteriormente con las misiones que les asignan sus superiores que puede ser en dependencias del cuerpo armado, o en los patrullajes en las clases, a cualquier hora, en momento de peligro, o cuando la calma es el predominante en la sociedad.
Casi siempre tiene que enfrentar a los delincuentes, quien odian a los policías, a gentes que no valoran el trabajo que desarrollan, y sucesivamente tiene que sufrir los embates del tiempo, la actitud de personas que se muestran inconformes, ayudar en caso de alguna desgracia, un incendio, un atraco, un accidente, y todo lo que tiene permanente ocurrencia.
Uno de los policías relató a los periodistas del Noticiero del Llano, que hace tres días se llenó de angustia, y que el dolor laceró su espíritu, cuando observó el cuerpo de un ciudadano que colgaba su cuerpo en una cuerda atada a un viejo árbol, y especialmente cuando llega uno de su familiares, y presa de nervios por la atención que genera un suicidio, llora desconsoladamente, y señala que todo se presentó, seguramente por la difícil situación que estaba afrontando la víctima
Pero no es solo un caso de esta índole, también se sufre cuando se registra un atraco y los ladrones se han llevado, por ejemplo, los pocos pesos de un viejo de más de setenta años, que había recibido el valor de su pensión, y proyectaba llevar el mercadito a su casa donde le espera su mujer, mayor de sesenta años, y un hijo discapacitado.
“¿Ahora qué voy a hacer?”, dice desconsoladamente”, y esa expresión me descontrola. Así todos los días, los policías salen de sus casas, pero no saben cuándo van a retornar, y en qué condiciones.
Si bien muchos reconocen la labor de los policías, otras personas, por desconocimiento, mentirosamente expresan improperios contra estos uniformados que dan hasta su vida por servirle a la comunidad.
Lamentablemente, dice al periodista uno de los patrulleros: “seguramente entre nosotros también de cada mil, hay dos o tres o diez malos, pero la inmensa mayoría estudiamos para servir, para ayudar, colaborar y entregarnos a la causa. Dios y patria”.
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