Nos ganamos la vida atendiendo hombres, pero nuestra vida es de dolor y tragedia, dicen damas de compañía
Por Alcides Antonio Jáuregui Bautista
Somos catorce quienes vivimos en dos inquilinatos y nos ganamos la vida atendiendo hombres, dijo Mariela Roció Ramírez, una joven mujer de 24 años de edad.
Ella curtida ya en esta actividad, señala que vive con sus compañeros de oficio en el barrio Santa Inés, y que trabajan en el rebusque en el sector de la calle 38, en la zona de San Isidro y por la carrera 30A, donde reciben a los clientes, que generalmente las llevan en vehículos para participar en un intercambio de “amor forzado”, que termina después de haber libado unos tragos e irse a un motel, o a un hotel de los que abundan recibiendo parejas, cobrando entre treinta y hasta noventa mil pesos por seis horas de uso de la habitación.
Algunas tienen niños y pagan para que los cuiden, mientras que ellas transitan por el mundo de la prostitución, ya que en la mayoría de los casos, estas mujeres, conforme confesaron al Noticiero del Llano han sido víctimas de la violencia, violadas, dejadas por sus maridos y cuando llegaron a Villavicencio se emplearon como domésticas pero terminaron en esta profesión de vida licenciosa.
Ahora con esta pandemia, ellas han perdido los clientes y tienen una vida llena de dificultades, deben arriendo, no tienen para su diario subsistir y los hijos los han entregado a amistades para que puedan subsistir.
Han querido organizarse y crear la seccional del sindicato nacional que opera en Bogotá, Medellín, Cali y Pereira, pero no han podido concretar la visita de la presidenta del gremio, a fin que las orienta y les haga la documentación para designar una directiva y sea aprobada por el Ministerio del Trabajo.
Sostienen que no han recibido ninguna ayuda de la alcaldía o la gobernación, que no tienen seguridad social, ya que ni con dirección fija cuentan para afiliarse al Sisben.
Confiesan que como en todo, hay días buenos, pero que con el cierre durante cuatro meses de la vìa a Bogotá y ahora con el coronavirus, las que tienen amante sobreviven, y las que nó, se valen de las amistades y desafían la noche en búsqueda de clientes, pero infortunadamente pasan en blanco.
Finalmente señalaron que acudirán a una entidad para que les ayude a organizarse ya que el estado no les colabora, pese a que la prostitución es una actividad que se realiza para obtener un medio económico, y con el correr de los años, si se cuenta con suerte formar un hogar y dejar este ajetreo de sufrimiento y dolor, donde se vive con el menosprecio de la sociedad, que no alcanza a conocer el dolor de su tragedia.
Se despiden señalando la confianza en Dios, afirman que pese a su trabajo y a la forma como las mira la comunidad, ellas son seres humanos que esperan su reivindicación y ayuda, y pese a sus penalidades, creen que una vez se normalice esta incómoda situación, muchas van a cambiar de tarea, y quienes continúen se va a organizar, para defender sus derechos y darle una vuelta a la vida.
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