Antropólogo colombiano publica libro para proteger la riqueza de Chiribiquete
Bogotá. (EFE).- El antropólogo Carlos Castaño-Uribe hizo un llamado a que se preserve en su integridad la Serranía de Chiribiquete, el mayor parque nacional natural de Colombia, que hace parte de la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad de la Unesco y corre riesgos por el turismo y actividades ilegales.
"Démosle una oportunidad a este sitio sagrado, debemos todos convertirnos en guardianes de Chiribiquete", manifestó el antropólogo en la presentación de un libro sobre ese paraíso natural y cultural que abarca 4.268.095 hectáreas protegidas entre los departamentos de Caquetá y Guaviare, en el sur de Colombia.
Castaño-Uribe descubrió en 1986 las formaciones geológicas de los tepuyes, rocas gigantes que se levantan majestuosas hasta una altitud de casi mil metros en la inmensidad de la selva amazónica, y cuando comenzó a explorarlas descubrió en ellas pinturas rupestres de pueblos indígenas primitivos que habitan la zona desde hace 19.500 años.
Una muestra de esa maravilla natural, arqueológica y antropológica, está recogida en "Chiribiquete: la maloka cósmica de los hombres jaguar", una auténtica enciclopedia publicada en dos ediciones, una de lujo y otra de bolsillo, por Villegas Editores con el apoyo de Sura, una multilatina colombiana del sector de seguros y pensiones, entre otras actividades.
"El libro es un pretexto para la tarea más difícil que viene más adelante: la investigación de un mundo perdido que no conocemos y su protección, que requiere un esfuerzo enorme para avanzar en un programa de educación que nos permita visibilizar este patrimonio de Colombia y del mundo", dijo en la presentación de la obra. La riqueza de Chiribiquete, a la que Castaño-Uribe ha dedicado 33 años de investigaciones, puede catalogarse de infinita si se tiene en cuenta que en los tepuyes han sido hallados 66 murales rupestres de tamaño gigante con más de 75.000 figuras antropomórficas, de animales y plantas que durante milenios permanecieron ocultos a los ojos del mundo.
"Parece que en el deseo de hacer los murales, los indígenas escogieron los sitios más aislados para que nadie pudiera acceder a ellos", explicó el antropólogo sobre la ubicación de la mayoría de éstos, en la mitad de los tepuyes, que fueron tallados a alturas de 400 ó 500 metros para luego hacer en ellos las pinturas rupestres. EFE