El doloroso presente
Por Alcides Antonio Jáuregui Bautista
Son muchas las preocupaciones de los colombianos.
Fluye una cantidad de interrogantes, que lamentablemente no podemos contestar, porque no alcanzamos a comprender la magnitud de nuestra problemática, el comportamiento de quienes nos mandan y la parsimonia con que actuamos.
Es desesperante cada interrogante, porque parece que no tenemos una válida explicación.
Vivimos, según se afirma en “una sólida democracia”, pero diariamente ocurren asesinatos, violaciones, atracos, abusos, robos en apartamentos, atracos en la calle, y los inefables pícaros de alto coturno que se han robado hasta las raciones de los niños en edad escolar, los billones de la Refinería de Cartagena, y abusando de las garantías que se otorgan a nuestros gobernantes, celebran leoninos contratos para la adquisición de servicios y alimentos, supuestamente para los pobres, pero incluyen recargos hasta del cincuenta por ciento, para de estas manera lucrarse, aprovechando la situación generada por el coronavirus.
Y estos antisociales son los miembros de una clase política descarada, inmoral, delincuente, para quienes al parecer, salvo algunos casos, la ley no es aplicada.
El agarrón es permanente entre unos y otros, y se ha diseminado llegando hasta los hogares, donde la familia como primeras célula de la sociedad vive el despelote, ya que no hay respeto de los padres a los hijos, de éstos a sus papás, a sus hermanos y demás parientes, y se forman unas “chichoneras”, que en ocasiones terminan hasta con la muerte de algunos de quienes por efectos de la ira, la soberbia sin control, terminan atacándose y hasta causándose la muerte, como ha venido sucediendo.
Los asaltos a vehículos en plena carretera, las masacres, los desafueros de la policía, los actos de vandalismo ejecutados y el comportamiento de muchos de nosotros, no se justifica, ya que al parecer se han perdido los valores, el respeto no juega, la vulgaridad es el imperante y el dejar hacer, dejar pasar se constituye en nuestra actitud.
Nuestro Presidente, en quien teníamos tanta fe y esperanza, se dedicó a presentador, un Ministro de Hacienda únicamente con espíritu alcabalero, Mindefensa desorientado, desubicado e incoherente, Embajadores sin diplomacia y un congreso donde el imperativo es la maquinaria para aplastar a la oposición, mientras que ésta se hunde por la carencia de organización, unos partidos tradicionales con jefes de pacotilla, y una sociedad pusilánime que no quiere comprometerse.
El panorama es muy oscuro, se carece de liderazgo y los poderosos económicamente llenándose, mientras que el Gobierno expide normas que aplastan a la clase trabajadora y le roban las conquistas logradas a base de sacrificio.
El pueblo, solo salva al pueblo. Señor Misericordioso, apiádate de los colombianos honestos.