Un luchador por la vida ganó el oro en pesas y busca pesos para ayudar a su mamá
Carlos Valverde
Cali. (EFE).- Termina de escucharse el himno de Colombia en la ceremonia de premiación en la que recibe su medalla de oro en los 109 kilogramos y el levantador de pesas Luis Miguel Quiñones rompe el protocolo para celebrar con algunos pasos de salsa ‘choke’.
No ha sido un camino fácil hasta llegar a los Juegos Panamericanos Junior el que ha recorrido este joven nacido hace 20 años en una barriada de la ciudad de Cali.
El baile y la música afro son las otras pasiones del flamante medallista de oro que de paso ha sellado su visado para los Juegos Panamericanos de 2023 en Santiago de Chile.
El mexicano Antonio Govea y el estadounidense Morgan McCullough completaron el podio como dueños de las medallas de plata y bronce.
Y tras la alegría, unos minutos para la reflexión para mantener los pies en la tierra.
Al Luis Quiñones nadie puede hablarle de la pobreza. Él la conoce de frente desde que nació.
Y cuando aparecieron de niño las dudas y las flaquezas entonces apareció su madre, Janeth, una experta también en levantar grandes pesos, como los descomunales 102 kilogramos que hoy marca su hijo.
«Mi mamá tuvo nueve hijos, todos varones, y en la casa solo vivíamos cinco Entonces siempre estuve pendiente de lo que hacía, siempre consciente de que ella había hecho mucho por nosotros con pocos recursos. Así no es fácil mantener una familia tan grande», dijo a EFE el deportista, que dice llevar orgulloso sólo el apellido de Janeth.
Ella, emocionada, y abrazada al corpulento campeón también se unió a la evocación de los recuerdos dejados por esos tiempos inciertos.
«Cuando estaba pequeño no sabía qué iba a hacer con mi vida, si iba a estudiar. A veces a uno en el barrio se le cruzaban los destinos y entonces no sabía qué hacer. Así que mi mamá me metió a una fundación que tenía una finca, y cuando crecí un poco más me mandaron a Cali donde pasaba encerrado, pero se practicaba el levantamiento de pesas», evocó Luis Miguel.
Fue un internado al que tuvo que apelar Janeth Quiñones ante sus dificultades para sostener a sus hijos y para evitar que se perdieran en los vicios de ofrece la calle.
«Yo no quería que anduviera las calles o que me lo fueran a matar», dijo la madre, que deriva su sustento de la venta de frutas y aún tiene en casa a dos hijos menores de edad, uno 16 años y otro de 8.
Luis Miguel llegó a la fundación con 11 años y allí estuvo a punto de ser adoptado.
«Pero yo seguí luchando. Lo dejé cuatro años allá. Quería que él y mis otros hijos se convirtieran en hombres tenaces y luchadores en la vida y hasta que eso no ocurriera no los iba a sacar del internado. Y así fue», recordó emocionada la madre.
En esa institución practicar con rigor garantizaba el permiso para disfrutar de salidas, pero a la vez aumentaba el gusto por el deporte, explicó Luis Miguel.
Para entonces ya tenía 15 años y no tuvo que pasar mucho tiempo para que aceptara entrenarse a tope al mando del ‘profesor Elvis’, su primer guía.
«Él estuvo pendiente de mí. Por él estoy ahora aquí y mi familia también se lo agradece», manifestó.
«Quisiera que mi mamá ya no trabajara vendiendo frutas en la calle. Quisiera ponerle un local y ahorrar para que trabaje en óptimas condiciones»», confesó.
En otras palabras, así como ella de niño levantaba todo su peso para evitar que se desviara del buen camino, ahora él quiere «levantar a la mamá» y ayudarla a hacer realidad de una vez por todas el sueño de sacar adelante a tantos hijos por los que toda la vida luchó. EFE